¿Cuántas veces tengo de decirlo para que me obedezca?

Opinión por Ángela Cárdenas

Ser padres es una de las labores significativas que desarrollan las personas y muchas veces este reto supone un desafío que en algún momento agota y desata reacciones desagradables en los cuidadores.

Como padres, al ver que los hijos no obedecen las indicaciones o reglas de casa, se suele optar por los castigos, que si bien es cierto son efectivas, estas no son convenientes, ya que suelen tener consecuencias como desarrollar un comportamiento evasivo o mentiroso, provocar una disminución en la autoestima, generar emociones negativas, entre otras por mencionar.

Algunos de los motivos de tal desobediencia es la inconsistencia en la disciplina de las figuras de autoridad y la poca comunicación fluida. Esto ocurre cuando uno de los padres da una orden, pero la otra parte no la cumple o la misma persona se autosabotea y no hace valer las reglas. Esto provoca que los hijos muestren comportamientos desafiantes, falta de respeto, problemas para seguir instrucciones y como padres se vean en la necesidad de recurrir al castigo.

El propósito de un castigo es que el hijo detenga cierto comportamiento y aprenda a acatar una orden inmediatamente o que corrija alguna acción. Sin embargo, el psicólogo Albert Bandura, enseña una alternativa para generar un aprendizaje significativo y provocar un comportamiento deseado. Este es el aprendizaje por observación, donde los menores copian lo que ven, y es aquí donde el padre tiene la misión de usar herramientas como imágenes, gráficos, series, programas de televisión, el mismo padre, como modelos de conducta que el niño pueda copiar.

Otra forma de provocar un aprendizaje, modificar conductas y asegurar su ocurrencia futura en los hijos es haciendo uso de elogios. Para ello es importante que los cuidadores estén pendientes de las acciones en donde el hijo destaque o las realice bien, y a partir de ahí reforzarlas.  Estos halagos no pueden ser generalizados como “eres lo máximo” porque esto no dice nada, el elogio tiene que ser apoyado de valores, por ejemplo “has hecho un buen trabajo al terminar tus tareas a tiempo”, “gracias por tu amabilidad de ayudar a tu hermano a recoger los juguetes” o “me impresiona como te esfuerzas en leer, estás mejorando”

Si en algún momento el hijo desobedece y no queda más que aplicar una corrección, la psicóloga Patricia Ramírez aconseja reemplazar la palabra castigo por consecuencia y se debe explicar el porqué de su aplicación. Por ejemplo, “hay una consecuencia de que si tú no ordenas tu cama no puedes mirar la televisión, porque el tiempo que no has usado para tender la cama no se puede usar para que mires tu serie”.

Es importante tener en cuenta que las consecuencias deben ser adecuadas y relacionadas con el comportamiento problemático.

Ángela Diandra Cárdenas Gonza

Estudiante de psicología, entusiasta por promover la importancia del autocuidado emocional y ferviente admiradora del jazz.

3 Comments

  1. Excelente información, clara y concisa Definitivamente aprendemos algo nuevo cada día, hoy entendí que la gran mayoría incluida mí persona utilizamos la palabra » Castigo » como una manera de frenar ciertos comportamientos negativos de nuestros menores, sin darnos cuenta que que dicha palabra genera un comportamiento lejos de lo deseado. En cambio, utilizar la palabra » consecuencia» invita al menor a desarrollar la capacidad de reflexión y con ello modificar ciertas conductas deseadas. Gracias por brindar ejemplos y técnicas que podemos usar a diario, en cualquier ámbito.

  2. Excelente Ángela, una gran ayuda para los padres y creo que también para maestros que diariamente viven situaciones de mal comportamiento de los niños, gracias por compartir.

  3. Hola, mis hijos ya son de edad adolescentes, pero aprendí algo que a mi como mamá me esta faltando qué es darle elogios cuando ellos hacen sus deberes y usar las consecuencias como parte de sus acciones, muchas gracias por su ayuda

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