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Se cumplen mil días desde el comienzo de la invasión rusa en Ucrania, iniciado el 24 de febrero de 2022. Este conflicto, el mayor en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, ha dejado un saldo devastador: más de 11,700 civiles muertos, más de 400,000 soldados heridos en ambos bandos y alrededor de 280,000 bajas totales, según estimaciones recientes. La guerra no solo ha transformado el mapa geopolítico y militar, sino también la vida de millones de personas, muchas de las cuales se han visto obligadas a huir como refugiados hacia países vecinos. El impacto de este conflicto ha resonado a nivel global, afectando la economía, la seguridad alimentaria y los mercados energéticos, especialmente en Europa.
Mil días desde el fatídico discurso televisado de Putin, en la que ordenó a sus tropas, ya concentradas en la frontera con Ucrania desde meses antes, lanzar lo que él denominó una «operación militar especial», con esto pretendía «desmilitarizar» y «desnazificar Ucrania». El discurso fue ampliamente condenado por la comunidad internacional, y se consideró una narrativa fabricada para justificar una agresión ilegal.
Desde entonces, Rusia ha enfrentado sanciones económicas masivas, mientras Ucrania ha recibido un respaldo militar, financiero y humanitario sin precedentes de naciones como Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y la Unión Europea. Sin embargo, otros países, en su mayoría de América Latina y Asia, han optado por una postura neutral frente al conflicto.
Lo que comenzó como una ofensiva relámpago destinado a derrocar al gobierno de Volodímir Zelenski y tomar control del país, se ha convertido en una prolongada guerra de desgaste con consecuencias humanas, territoriales y políticas sin precedentes. Hasta ahora, se estima que alrededor de 1.5 millones de personas han sido reclutadas o se han unido al ejército de Ucrania desde el inicio de la invasión. Esta cifra refleja la magnitud del esfuerzo ucraniano en una guerra que parecía favorable para Rusia, siendo el segundo país más poderoso militarmente hablando.
Entre los momentos clave de esta guerra destacan la heroica resistencia inicial en Kyiv, las masacres de Bucha, el brutal asedio a Mariúpol y la planta Azovstal, así como las contraofensivas ucranianas en Járkov y Jersón. Actualmente, el conflicto parece estar en un punto de estancamiento, con Rusia controlando cerca del 20% del territorio ucraniano, mientras Ucrania concentra sus esfuerzos en desgastar las líneas rusas en regiones clave como Kursk.
¿Posible acuerdo de paz?
La llegada de una nueva administración en Estados Unidos, encabezada por Donald Trump, ha generado expectativas sobre un posible fin del conflicto. Durante su campaña, Trump prometió resolver la guerra en 24 horas, una promesa que, aunque ambiciosa, ha despertado tanto esperanzas como escepticismo.
Este milésimo día coinciden con dos importantes hechos, el primero que Ucrania utilizo por primera vez misiles de largo alcance ATACMS contra objetivos en Rusia. Y, por otro lado, se dio a conocer que el presidente ruso, Vladímir Putin estaría dispuesto a discutir un alto el fuego en Ucrania bajo la presidencia de Donald Trump, pero descarta hacer grandes concesiones territoriales e insiste en que Kyiv abandone sus ambiciones de entrar en la OTAN, según declararon a la agencia Reuters cinco fuentes cercanas al Kremlin.
Dos fuentes señalaron que la autorización del presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, para que Ucrania utilice misiles ATACMS contra objetivos en territorio ruso está complicando aún más las perspectivas de un acuerdo de paz. Asimismo, esta decisión podría endurecer las posturas de Moscú en relación para un eventual alto el fuego.
En un discurso reciente, Vladímir Putin dejó claro que cualquier alto el fuego en Ucrania debe reflejar las condiciones actuales en el campo de batalla. El mandatario ruso también manifestó su preocupación por la posibilidad de que una tregua permita a los aliados occidentales reabastecer militarmente a Kyiv. “Si no hay neutralidad, es difícil imaginar la existencia de relaciones de buena vecindad entre Rusia y Ucrania”, afirmó el pasado 7 de noviembre durante el foro Valdái.
El 14 de junio, Putin delineó sus demandas iniciales para un cese inmediato de las hostilidades. Entre estas, destacó que Ucrania renuncie a su intención de unirse a la OTAN y retire sus tropas de cuatro regiones que Rusia reclama como propias y donde actualmente mantiene mayoritariamente el control militar.
La OTAN se fortalece
Esta guerra ha llevado a un replanteamiento profundo de la seguridad en Europa. La adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN marcó un hito histórico, ya que ambos países habían mantenido durante décadas una postura de neutralidad. Sin embargo, las crecientes preocupaciones sobre la amenaza percibida de Rusia impulsaron este cambio estratégico.
Las maniobras militares conjuntas de la OTAN se han intensificado, acompañadas de nuevas iniciativas destinadas a garantizar la interoperabilidad entre las fuerzas armadas de los países miembros. Entre los ejercicios más destacados figuran el Steadfast Defender y el Coalition Warrior Interoperability Exercise (CWIX). Este último, celebrado del 3 al 21 de junio en Bydgoszcz, Polonia, reunió a más de 2,600 expertos de 42 naciones aliadas y asociadas.
El CWIX se centró en probar y validar más de 480 capacidades operativas y servicios de TI, realizando más de 26,000 pruebas en 18 áreas clave. Estas incluyeron actividades interdominio, estandarización y el desarrollo de redes de misión federadas, destacando el compromiso de la Alianza para reforzar su preparación ante cualquier eventualidad.
Además de los costos humanos y territoriales, esta guerra sigue afectando la estabilidad regional y global. Sus implicaciones para la OTAN, la economía mundial y los derechos humanos en ambas naciones son profundas. Mientras Ucrania enfrenta un futuro incierto, Rusia ajusta su estrategia para consolidar territorios ocupados y mantener su influencia en la región y el mundo.
Aunque la invasión terrestre comenzó en febrero de 2022, las hostilidades entre Rusia y Ucrania tienen raíces más profundas. El año 2014 fue un punto de inflexión, con eventos clave como el Euromaidán, que desencadenó una serie de tensiones políticas y sociales, y, sobre todo, la anexión de Crimea por parte de Rusia. Paralelamente, las regiones del este de Ucrania, particularmente Donetsk y Lugansk, se convirtieron en el escenario de un conflicto armado entre las fuerzas ucranianas y los separatistas respaldados por Moscú. Esta fase inicial no solo agravó las divisiones, sino que también estableció las bases para la agresión a gran escala que presenciamos hoy.
Mil días después del inicio de esta tragedia, el conflicto en Ucrania sigue siendo un recordatorio del impacto devastador de la guerra y de los desafíos que enfrenta la comunidad internacional para no entrar en una nueva guerra mundial.