Francisco Morales Bermúdez: Una guerra con Chile para recuperar Arica y Tarapacá “hubiera sido una cosa estúpida”

Historias inéditas del "militar con corazón de civil".
Por 14 de julio de 2025
Foto: Newsyman
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Han pasado exactamente tres años desde el fallecimiento de Francisco Morales Bermúdez, el 14 de julio de 2022. Un hombre a quien el Perú debe mucho. Es, hasta ahora, el único presidente peruano que ha vivido 100 años. Estoy convencido de que ha sido una figura infravalorada, pues muchos olvidan que, gracias a él, se logró un retorno a la democracia tras una dictadura militar, una transición que fue completamente pacífica.

Esta extensa entrevista fue realizada la tarde del jueves 24 de febrero de 2022 y publicada parcialmente —por razones de espacio— el domingo 6 de marzo en el diario peruano Expreso. Dicho medio prefirió presentarla con un tono más temporal, enfocándose en la situación política del momento, con el entonces presidente Pedro Castillo. Sin embargo, como autor de esta entrevista, sabía que no podía desaprovechar la oportunidad de hacer preguntas que eran necesarias para la posteridad. Esas preguntas que Expreso decidió no incluir, las revelo hoy aquí.

Condena a cadena perpetua por un tribunal en Roma

Morales Bermúdez inicia diciendo: Vamos a retroceder muchos años atrás, al año 1980 en el Perú. ¿Qué pasaba en el Perú en 1980? Se estaba terminando un proceso de un gobierno de facto —que lo presidí yo— a un gobierno democrático. Había terminado de funcionar la Asamblea Constituyente, promulgando la Constitución de 1979 y, en base a esa Constitución, se habían convocado a elecciones políticas generales, en las cuales fue elegido el expresidente Belaúnde.

En ese momento, cuando no se había hecho todavía la transferencia política del gobierno —lo que le voy a contarle a usted es lo que me contaron a mí, porque yo no he vivido lo que le voy a contar ahora, sino el primer ministro, que era el general Richter—, estábamos terminando un proceso democrático de salida del gobierno de facto.

Yo le encargué al primer ministro —que era el general Richter Prada— que tomara a su cargo algunos temas y problemas del país, para que yo tuviera la libertad de manejar las cosas políticas de la transición. Entonces, los problemas de orden interno eran responsabilidad, en ese momento, del primer ministro. Yo me alejé de eso para dedicarme a la parte política de la entrega del poder; era una cosa muy delicada en ese momento.

Cuando estamos viviendo esa situación, aparecen —o llegan en forma subrepticia, con pasaportes falsos— un grupo de montoneros argentinos. Los montoneros argentinos eran un grupo subversivo que peleaba contra el gobierno de facto argentino, que cometía una serie de atropellos, y que había formado, con otros países del Cono Sur —en el cual el Perú no intervino para nada— el famoso Plan Cóndor. Los países del Cono Sur se habían unido para hacer coordinación e ir contra los elementos que se sublevan contra ellos, entre los cuales estaban los montoneros argentinos. Entonces, esos montoneros llegan acá con pasaportes falsos.

  • ¿Cuántos?

Viene un grupo como de cinco, seis o siete, una cosa así. Y vienen al Perú con la misión de instalar una base subversiva. Cuando llegan acá, los servicios de inteligencia —me cuenta el general Richter, porque yo no viví eso—. El general Richter hizo todas estas declaraciones ante la justicia peruana cuando se inició el proceso acá, en el Perú.

¿Qué ocurre? Cuando la justicia italiana manda acá la cuestión para someterme a mí a una justicia en Italia, mi reacción inmediata fue presentarme a derecho en la justicia peruana; no demoré un día. Me trajeron esa noticia de Italia y yo, inmediatamente: esos hechos han ocurrido en el Perú, no en Italia; ¡que me juzgue la justicia peruana!

Llegados los montoneros, los servicios de inteligencia los detectan, los detienen; dos de ellos burlan la vigilancia y se van a México, y tres se quedan acá. Son los que toma la justicia peruana: los detienen, los interrogan, etcétera, etcétera.

El general Richter decide extrañar (deportar) a esos tres montoneros argentinos por Bolivia. Y él se respalda en que lo hace por Bolivia porque, en ese momento, quien gobernaba Bolivia era la señora Gueiler; no había gobierno militar, sino un gobierno democrático en ese momento en Bolivia.

Eso es lo que le dice a la justicia peruana el general Richter.

—¿Y por qué los mandó usted a Bolivia?, le preguntan.

—Lo mandé a Bolivia porque yo sabía que en Bolivia no les podía pasar nada, porque la señora Gueiler, demócrata, gobernaba su país.

Esa fue la razón por la cual los entregó a la extranjería boliviana, con fotografías, con documentos firmados.

  • ¿Los entregó en la frontera?

En la frontera, en Desaguadero. Ahí los entrega.

Posteriormente, nadie sabe, pues, acá qué pasaría en Bolivia. Ya nosotros no nos metimos en nada —según me cuenta Richter—. Resulta que, pasado, creo que un mes o más de un mes, una de los deportados —era una señora montonera— aparece muerta en Madrid.

  • Sí, envenenada. Tengo su nombre aquí: se llama Noemí Esther Gianotti de Molfino.

Exactamente, aparece muerta en Madrid. Parece que uno de los montoneros, que también había sido deportado, por ahí apareció en Madrid; había huellas de él allá, junto con la señora que falleció.

Entonces, el asunto es el siguiente: al proceder, el señor Richter se respaldó en la ley de extranjería peruana. Apoyándose en esa ley es que él hace el extrañamiento de estas personas por la frontera con Bolivia.

Como le estoy contando, él deja pasar el tiempo —muy pocos días, seguramente— y él me informa recién: ha pasado esto. Se han entrado acá estos montoneros argentinos; dos se han escapado a México, agarramos a tres, los procesamos y los sacamos por la frontera con Bolivia.

Aquí están los documentos —me enseña los documentos—, aquí están las fotos, donde están sin ninguna huella de nada malo, de tortura ni nada.

Todo eso lo ha entregado el general Richter al Poder Judicial acá en el Perú. Yo estoy haciendo un resumen. Todo esto está en los papeles que tiene el Poder Judicial peruano.

  • ¿Dónde estuvo usted mientras el primer ministro Richter estuvo haciendo esto?

Yo simplemente gobernaba el país en ese momento y trabajaba con los equipos que hacían la transición al señor Belaúnde. Ya le digo que mi problema principal como jefe de Estado era entregar el poder.

Se formaron muchos equipos de trabajo, que había que coordinarlos para entregar a cada ministerio, cada sector de la vida del país. Había que entregarlo en forma ordenada al nuevo gobierno. Esa fue mi tarea.

Entonces, cuando el general Richter procede como primer ministro en todo lo que le cuento, me informa a mí e informa al Consejo de Ministros todo lo que había hecho.

Cuando ya dejamos el gobierno, el general Richter me contó, en una oportunidad, que el Congreso de la República que se había instalado —el nuevo Congreso que se instaló durante el gobierno del señor Belaúnde— había tomado el caso, lo había investigado, lo había visto y consideró que eso terminaba.

Todo lo que le cuento fue información que el general Richter ha dado a la justicia peruana. Esta es la esencia del problema. Los detalles están todos escritos: lo que manifestó el general Richter a la justicia peruana que investigó el caso.

Resulta, pues, que hace como 10 años más o menos (2012), calculo, viene la primera noticia de Italia, en el sentido de que se me estaba haciendo una investigación judicial al respecto. En ese momento es cuando yo me presento a la justicia peruana, y el proceso mío en la justicia peruana ya terminó.

Pero demoraba mucho, ya había muchos años que pasaban, y ya no había más que investigar; muchos de los testigos ya habían fallecido, etcétera. Entonces, mi abogado, el Dr. Vargas Valdivia, consideró acudir al Tribunal Constitucional. Y el TC ha liquidado el problema, es decir, me absolvió completamente. O sea que el caso acá, en el Perú, terminó. No me encontró la justicia peruana ninguna cosa que podía ajusticiarme. Me liberó la justicia peruana. Pero con un trámite muy largo. Como le digo, hace como 10 años que empezó el trámite y, como sabemos, recién ha terminado en el Tribunal Constitucional.

Eso es lo que ha pasado, en síntesis, con hechos concretos.

La justicia italiana me juzga en ausencia. La justicia italiana no me ha visto la cara, no conoce mi voz, no sabe quién soy yo. De fotografía me habrán visto, y me han juzgado en ausencia, a cadena perpetua. Yo digo: ¿cómo se puede condenar a cadena perpetua a una persona que no se ha interrogado, ni ha abierto la boca? Con esta agravante, vea usted la justicia italiana.

Aquí, en el Perú, cuando la justicia peruana me abre el proceso a mi pedido —no es que la justicia peruana me ha abierto a mí, no: yo le pedí a la justicia peruana que me hiciera el proceso—, cuando comienza a avanzar esto y se conoce lo de Italia, ¿la justicia peruana qué hace? Le pide a la justicia italiana información, de acuerdo con los tratados internacionales, si era posible que la justicia italiana le informe las razones por las cuales me estaba ajusticiando a mí. Eso se llama cartas rogatorias.

Entonces, las cartas rogatorias tienen que pasar por la Cancillería, y en ese momento estaba de canciller el señor (Rafael) Roncagliolo. Era la época del gobierno de Humala. El señor Roncagliolo, un respetable señor, muy de izquierda —yo no estoy en desacuerdo con la gente de izquierda; yo estoy en desacuerdo con el comunismo, pero no con la gente de izquierda, que es una cosa distinta—.

El Dr. Vargas Valdivia me dijo: «Es conveniente que vayamos al Ministerio de Relaciones Exteriores y conversemos con el ministro Roncagliolo, para que acelere, por vía de la Cancillería, que la justicia italiana responda al pedido de la justicia peruana».

Cero. Nunca la justicia italiana ha mandado un papel a la justicia peruana. Yo no sé cómo pueden haberme juzgado, con qué informaciones. Es algo que realmente espanta.

Una cosa interesante es la siguiente: como sabemos, el señor Roncagliolo —que en paz descanse— era un hombre de izquierda, muy conectado con los partidos de izquierda de esa época: Partido Socialista Revolucionario, el PUN, etcétera, etcétera.

Partidos fuertes de izquierda que había en esa época. Esos partidos habían apoyado a los montoneros que venían al Perú, y, en alguna forma, el señor Roncagliolo —como hombre de izquierda— tuvo una conexión con ellos.

Entonces, cuando yo estoy en la Cancillería con mi abogado, el Dr. Vargas Valdivia, conversando con el señor Roncagliolo sobre el tema este, hay un momento en el que el señor Roncagliolo dice: «Pero usted, general, no tuvo nada que hacer en esto», así textualmente.

Roncagliolo, hombre de izquierda, que sabía lo que le habían contado las otras gentes de izquierda —del PUN, Socialista Revolucionario, etcétera—.

De esto que le estoy contando, es testigo mi abogado, el Dr. Vargas Valdivia.

Una cosa admirable son los años transcurridos. Imagínese usted las nociones de tiempo. Todos estos hechos ocurren en el año 1980. ¿Cuántos años han pasado? Ahora estamos 2022. Han pasado 42 años. Dios me ha dado vida —tengo 100 años en este momento—. Yo ya estaría muerto, quizá. A los 42 años se da la sentencia a una persona que no se le ha visto la cara.

La sentencia que da la corte italiana no me la da directamente a mi persona, sino que me la da envuelta en un paquete de unos 20 oficiales, generales, etc., de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, etcétera, que estaban metidos en el Plan Cóndor. Me mete ahí a mí y me juzga en paquete, y no me juzga por los tres enviados por Bolivia, sino que me juzga en paquete por 22.

  • La justicia italiana dio una sentencia en el 2017, luego otra en el 2019 y la ratificó el 9 de febrero de este año (2022). ¿Cuál fue su impresión al oír que era condenado a cadena perpetua teniendo 100 años?

Reírme. Sencillamente, mi conciencia tranquila. La justicia peruana me ha juzgado a mí acá. ¿Qué me interesa el juicio de Italia, si no saben nada de lo que ha pasado? No han pedido un solo informe. No me juzgan personalmente, sino metido en un paquete, y al paquete lo juzgan con la misma sentencia. Ahí estoy metido yo. Y hasta se equivocan, porque dicen “hechos ocurridos en 1978”, y estos hechos no ocurrieron en el 78, sino en el 80, y eso lo ponen en su dictamen —una cosa totalmente traída de los pelos—. Yo no sé realmente si eso se puede llamar justicia.

Yo le cuento lo que ha ocurrido y cómo ha procedido esta justicia. De todas maneras, es totalmente negativo este proceder. La justicia peruana le pide informaciones mediante cartas rogatorias —no una, no sé cuántas cartas—, y no me han dado ni una sola información. Quiere decir que no la tenían. Si no mandan la información, es porque no la tienen. No tienen detalles de lo que ha pasado en el Perú. No han venido a investigarme. Cualquiera manda, pues, a una persona —con toda la autoridad legal de un gobierno a otro— a investigar acá, en el Perú, a tomarme una investigación acá, si es que yo no voy allá.

  • ¿Tiene algo que decirles a los familiares de los desaparecidos?

Lo que tengo que decirles es la verdad que le estoy contando.

  • ¿Tendría que pedir perdón, quizá?

¿Yo por qué voy a pedir perdón, si yo no soy culpable? Yo pido perdón cuando soy culpable, y lo pediría, por supuesto, si soy culpable, pero no lo soy.

  • Yo entiendo, con todo lo que me ha dicho, que fue el primer ministro Richter quien estuvo a cargo y quien le contó, porque usted estaba en plena transición democrática.

Pero que tampoco él procedió incorrectamente, porque aplicó la ley de extranjería. Lo que pasó después no es motivo de responsabilidad ni siquiera para él.

  • Usted acaba de decir que está en contra del comunismo. ¿Cómo se define políticamente?

Yo me considero un hombre de izquierda democrática. Esa es mi posición.

  • Según la RAE, dictador es una “persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”. ¿Considera que usted fue un dictador?

No. Porque el sistema de gobierno que yo tuve fue un gobierno colegiado, donde los tres institutos de las Fuerzas Armadas gobernaban junto conmigo. Yo no disponía las órdenes—Haga usted esto. Haga lo otro—, sino que todo era en forma concertada. Yo no ordenaba las cosas. Se discutían las cosas y se ponía en marcha aquello que se había acordado en conjunto. Yo nunca tomé mi persona como una autoridad de frente máxima, nunca. Esa fue la diferencia, un poco, con el gobierno del general Velasco. El general Velasco sí imponía su posición. Yo no imponía mi posición, sino que mi posición era colegiada: decisiones que se tomaban en grupo y nunca en forma personal. Esa definición no me cae.

  • Hay muchas personas que lo llaman dictador

Casi todos.

  • ¿Algo que tenga que decirles a las personas que lo llaman dictador?

No. Cada uno que actúe como desee. No me hiere, porque mi conciencia está tranquila. Cada uno puede decir lo que quiera. Si me dicen dictador, que me digan, pues; yo sé que no he sido.

  • Usted, en su gobierno, se reunió con Henry Kissinger (exsecretario de Estado de EE. UU.). ¿Hablaron del Plan Cóndor? ¿De qué conversaron?

El señor hacía una gira por varios países de Latinoamérica y visitó el Perú. Simplemente, de la situación de transición democrática; ese era el mayor interés que tenía Estados Unidos acá, en el Perú, en ese momento. Conversamos sobre eso: cómo se estaba ejerciendo toda la transición, el programa que estaba en proceso de gestación, el programa Túpac Amaru. Esos temas eran lo que mas interesaba a Estados Unidos.

Lo mismo ocurrió cuando vino la señora Rosalynn Carter, en misión oficial de su gobierno, y también el tema fue ese: la cuestión de la transición.

En la época del general Velasco se habían hecho muchas adquisiciones de armas en el Perú. Una de las cosas que preguntaban era:

—¿Por qué el Perú se ha armado tanto? —Eso fue con la señora Carter.

Le saqué un mapa, miré usted, este es el Perú; aquí tenemos tantos kilómetros de frontera. Este mar tiene más de dos mil kilómetros. Tenemos que defender todo eso, porque no sabemos si puede haber un problema con alguien. Nosotros no atacamos a nadie, no tenemos un plan ofensivo para nadie.

Muchos dijeron que el general Velasco había preparado todo para hacer una guerra a Chile, y es falso. Totalmente falso.

  • ¿Quién cree que lo inventó?

Un grupo de oficiales subalternos que tomaron de ejemplo un trabajo que se había hecho en la Escuela de Guerra. Las escuelas de guerra de todo el mundo hacen trabajos ofensivos-defensivos con todos los posibles adversarios, más aún los fronterizos en el caso del Perú.

Entonces, había un trabajo que se hizo —como otros trabajos— de ofensiva hacia Chile. Trabajo táctico en el salón: desde el punto de vista militar, no desde el punto de vista nacional. Una cosa es un plan táctico militar y otra cosa es un plan de guerra, que es nacional, que no solo cubre las operaciones militares, sino todo lo que significa la vida de un país en un momento de guerra: transporte y comunicaciones, alimentación, etc.

  • ¿No había anhelos del general Velasco de recuperar Arica y Tarapacá por el centenario de la Guerra del Pacífico?

No. Velasco no pretendía eso. Nunca me lo dijo a mí ni al general Mercado, que fue el ministro de Guerra que tuvo él antes de que yo asumiera el mando del Ejército.

Eso es una fantasía que se ha creado. Y, además, hubiera sido una cosa estúpida. En ese momento, los problemas exteriores no eran fáciles y hubiera habido intervención internacional para este asunto.

  • ¿Usted se acuerda del abrazo de Charaña entre Banzer y Pinochet? En él, Bolivia tendría territorio con salida al mar; por ende, Perú no tendría frontera con Chile. ¿Debió darse una salida al mar?

En Perú no tuvo ningún efecto eso, ninguna participación tampoco. Ni se planteó, con el abrazo de Charaña, algo al Perú en ese momento.

Posteriormente, cuando yo inicié el gobierno, sí hubo un planteamiento de salida al mar a Bolivia por territorio que fue peruano.

  • ¿Cuál fue?

Yo nombré una comisión que estuvo compuesta por el Dr. (Jorge) Basadre, el Dr. Bustamante y Rivero —gente así, de alto nivel político y muy considerados— y que conocían los temas esos, para que me recomendaran algo. Ahí se recomendó que el Perú podía aceptar una salida, a condición de que en Arica se formara un puerto tripartito, con administración tripartita de los tres países. Chile no aceptó.

A partir de ese momento, no ha habido ninguna inclusión hacia esos pedidos al Perú.

  • Usted cree que ahora debe haber una salida al mar para Bolivia. ¿Cuál es su postura personal?

Yo no creo que tenga que haber una salida al mar para Bolivia. Al menos Chile que se lo dé, porque Chile le quitó territorio, pero no el Perú.

  • Pedro Castillo (generó gran polémica en su gobierno por hablar de una posible salida al mar para Bolivia a través del Perú)

Bueno, eso es una burrada. Eso se llama burrada.

  • En su gobierno, usted convocó a una Asamblea Constituyente, la cual creó la Constitución del 79. El presidente Pedro Castillo ha estado promoviendo, desde su campaña, la creación de una nueva Constitución. ¿Usted lo ve viable?

Él está promoviendo una constituyente. La actual Constitución requiere, sí, de algunos cambios, pero para hacer esos cambios no se necesita una constituyente. Yo estoy de acuerdo en que hay que hacer cambios importantes en la Constitución.

Muchos cambios. Un aspecto importante es el de la regionalización: eso no ha funcionado. La descentralización es importantísima, básica, pero los métodos que se han usado no han dado resultado. La mayor parte de estos presidentes regionales han metido la mano nada más en los recursos, y poco se han preocupado de sus pueblos.

  • Ante la ignorancia de Pedro Castillo, ¿cuál debería ser la posición de las Fuerzas Armadas?, que le deben lealtad primero a la Constitución y a la patria antes que al gobierno.

Las Fuerzas Armadas tienen que seguir cumpliendo la Constitución del Estado. Yo creo que las Fuerzas Armadas, en cualquier país —y en el Perú más todavía— tendrían que tener una participación cuando venga una situación crítica, de caos nacional.

Actualmente, lo que tenemos que hacer es resolver la gran crisis. Aquí, en el Perú, estamos viendo una crisis pocas veces vista en los últimos tiempos de la historia peruana.

  • Tuvimos tres presidentes en una semana.

Lo que tenemos que evitar es que esta crisis se agudice. Evitarla desde el punto de vista político, donde el Congreso tiene una gran responsabilidad. Yo veo que el Congreso está dedicándose a cositas menudas que pueden seguir en un segundo nivel, pero no está dedicándose a las cosas principales. Hay mucho egoísmo hoy en Perú; si seguimos así, no vamos a encontrar ninguna solución. Egoísmos personales y partidarios. Cada uno quiere tener su tabique. No hay un consenso nacional para encontrar la ruta del Perú: estamos sin ruta en este momento. Esa es la realidad.

Tenemos un presidente (Pedro Castillo), que —acaban de ver las encuestas—, a nivel nacional, el 70 % no le cree. ¿Cómo puede gobernar un país cuando el 70 % de sus habitantes no le creen? Yo soy parte de ese 70 %.

  • En 2021 usted salió a votar en las elecciones generales ¿podría decirme por quien voto y por qué?

No. Secreto. El voto es secreto.

  • Usted dijo en ese momento a RPP: “He venido de todo corazón a poner mi voto por mi Perú, estamos pasando momentos muy difíciles. Una democracia equilibrada es lo que Perú necesita, no buscar extremos”. Le preguntó ahora: ¿A qué atribuye el triunfo de Castillo?

Si vemos las cifras electorales, no se trata de haber ganado las elecciones con un gran porcentaje nacional. Yo diría con un porcentaje mínimo, comparado con elecciones que ha habido en otra época. Este señor está con esta situación de que no le creen. Además, no se le ve una orientación de país. ¿A dónde va el Perú en este momento? No se sabe.

Lo que tendría que hacer es dar un paso al costado y que el Congreso de la República le dé una salida constitucional al Perú.

  • ¿Usted cree que él debería renunciar?

Diría que debe dar un paso al costado para no hablar de cosas fuertes.

El Congreso tiene una responsabilidad inmensa. El Congreso está actuando mal porque están trabajando por pequeños tabiques que en este momento no tienen gran interés nacional. ¿Cuál es el problema principal del Congreso hoy día? Solucionar a la crisis. El Ejecutivo no lo va a hacer. ¿Cuál es el poder que tiene que solucionar la crisis? El Congreso.

Si yo fuera presidente del Congreso, diría: Señores congresistas, a partir de este momento se acabaron los pediditos. Aquí nos reunimos para resolver la crisis que vive el país. Esa es la misión del Congreso.

  • Usted postuló a la presidencia en 1985. ¿Por qué lo hizo?

No quise hacerlo, pero un grupo de gentes amigas: “Tú tienes experiencia de gobierno en momentos muy difíciles que has vivido. ¿Por qué no te lanzas de candidato?” Cometí ese error.

  • ¿Fue un error para usted?

Para mí, sí. Yo lo he declarado: un error político grande que cometí.

¿Por qué razón? Porque no tenía plata para la campaña. Mientras yo iba a Cajamarca con un carrito que alquilé, por arriba pasaban los helicópteros con los otros candidatos. En segundo lugar, no me di cuenta de que venía la avalancha aprista. El APRA se puso fuerte y ganó Alan García.

No me quejo mucho porque una experiencia tome. Sé lo que significa formar un partido, es un trabajo muy grande y difícil.

  • Usted tiene 100 años, ¿tiene algo pendiente que hacer con el Perú todavía?

Lo que estoy haciendo con usted ahora.

En 100 años no hay aspiraciones políticas, ni debe verlas. Ya uno tiene que pensar en entregar su alma a Dios. Yo soy cristiano, en eso pienso.

  • ¿Dónde quedó su frase “Yo me quedo aquí hasta que me dé la gana”?

Esa fue una cosa satírica. Cuando estaba haciendo yo la transición, me gustó tener reuniones con los partidos políticos para conocer sus ideas. Todos los partidos me visitaron en Palacio, todos, sin excepción. Me acuerdo muy bien, hasta el Partido Comunista de esa época, del señor del Prado (Chávez), quien me presentó variantes interesantes. Entre ellos fue Acción Popular, junto con este señor (José María) de la Jara (y Ureta), y él tuvo una expresión: “¿Y cuándo entregas el poder? ¿Cuándo te vas?”, y me agarró un poco así. Porque inclusive había estado en el colegio conmigo. Tan mala fue la intervención de él que me hirió mucho. Porque un hombre que estaba trabajando para entregar el poder, ese era mi trabajo, entregar el poder, y que venga un político que me diga: ¡Cuándo te vas! Me agarró fuerte y delante de todos contesté: ¡Cuando me dé la gana!

  • ¿Hay algo de lo que se arrepiente de haber hecho en su gobierno?

Sí. Yo tengo varios arrepentimientos.

  • ¿Cuáles?

Por ejemplo, yo he hecho una sola deportación en los cinco años, y me arrepiento de eso, porque pude hacerlo de otra manera. He pedido perdón público, y mi perdón está escrito también.

  • ¿Y hay algo de lo que no se arrepiente de haber hecho en su gobierno?

Yo no me arrepiento de haber tomado el poder. Porque ahí las cosas iban un poquito mal ya, para el país —no para mí—. Me dolió mucho hacerlo, porque yo no peleé nunca con el general Velasco. Pero él ya estaba muy enfermo, y la gente que lo rodeaba —incluyendo algunos civiles— quería que él permaneciera en el poder.

Él se rodeaba de gente que no era conveniente para el futuro del país, ni para las FF. AA. Entonces me vi casi obligado. Como lo he escrito en varios artículos y libros, ahí viene lo que yo llamo el “juego de lealtades”.

¿Era yo leal a mi jefe o era leal al Perú? Si era leal a mi jefe, sabía que las cosas se iban a desbarrancar. Entonces dije: aquí pienso en el Perú primero, y después en la gente que conozco y aprecio.

El juego de lealtades, que es lo más difícil muchas veces en la vida porque duele, no es fácil.

  • Durante el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas se llegó a capturar a Abimael Guzmán, pero lo liberaron. ¿Por qué lo hicieron?

Yo no participe en nada de eso, no fue en época mía; fue, más bien, en la época del general Velasco, me parece. Porque no había un criterio punitivo en el Gobierno Militar, ni en la primera ni en la segunda fase. Entonces, había mucha tolerancia. No sabíamos, tampoco, la proyección que tenía Abimael Guzmán. No sabíamos que era de un pensamiento radical, terrorista; creíamos que era un hombre de izquierda, y no había persecución a los hombres de izquierda.

  • ¿Usted cree que el gobierno de Pedro Castillo estuvo presente el brazo político de Sendero Luminoso, el Movadef?

Bueno, todas las informaciones lo dicen, desgraciadamente, y eso es lo malo, que ese gobierno está conectado con Movadef, o sea, todo el pensamiento de Sendero Luminoso. Desgraciadamente, ha habido enlace, hay conocimiento, y ese es el elemento malo que tenemos: parte de la crisis.

  • ¿Cómo ve usted actualmente a las Fuerzas Armadas?

Muy preocupado, naturalmente, como todo peruano; preocupado por la crisis que existe. Yo pienso que si las Fuerzas Armadas, supongamos el caso, hipotético, —que ojalá no ocurra— de que esta crisis continua se agudiza y viene una especie de hecatombe nacional, las Fuerzas Armadas no pueden estar en sus cuarteles. Pero no es el momento, y no creo que llegue. Solamente en casos ya de extrema crisis, que signifique una especie de destrucción del país, pueden intervenir. Pero hay preocupación, porque las Fuerzas Armadas, en cierta forma, están recibiendo ciertos actos y reflejos del actual gobierno, como hemos visto en la cuestión de los ascensos.

  • ¿Quisiera saber su postura respecto a eso?

El gobierno no puede intervenir en los ascensos, porque son sistemas establecidos e institucionales. Daría lugar a que la política se meta dentro de la institución, y eso es lo más grave. Las Fuerzas Armadas tienen que ser apolíticas. Cuando pasamos al retiro como yo, es otra cosa; se convierte en un ciudadano. El uniforme se respeta y debe hacerse respetar, porque así es la institución. Por ejemplo, ahora hay una cosa mala que se ha hecho: la cuestión de los helicópteros. Es romper la estructura.

  • ¿Algún mensaje que quiera dar a las Fuerzas Armadas?

Las Fuerzas Armadas saben lo que tienen que hacer. No tengo que darles ni un mensaje. Cumplir las normas constitucionales, pero en situaciones de anarquía —no hemos llegado a eso, felizmente— donde peligra la nación, en ese momento sí actúan las Fuerzas Armadas. Mientras tanto, respetar la Constitución.

  • ¿Cómo califica el Gobierno de Pedro Castillo?

Yo no lo califico, lo califican. Cuando el 70% del pueblo peruano lo desaprueba, no le cree —yo también en ese 70%, yo no le creo—. Eso hace poner un poco en guardia a las Fuerzas Armadas. Porque las Fuerzas Armadas lucharon para destruir al terrorismo aquí, en el Perú. Tenemos un gobierno que es amigo del Movadef. Las Fuerzas Armadas tienen que estar alertas de lo que pase. Es comprensible.

  • A pesar de no haber sido elegido en elecciones, tuvo una mejor relación con la prensa; no sucedió así con Pedro Castillo. ¿Cómo ve usted a la prensa actualmente?

La prensa está cumpliendo una excelente misión en este momento, de investigación y de información, porque está iluminando al país de la realidad. De manera que interferir eso es una especie de estupidez.

  • En su calidad de expresidente de la República del Perú, ¿cuál es su opinión sobre la situación económica y social?

Lo que ha venido siendo el manejo económico de Perú ha sido bastante bueno en los últimos años, de tal manera que el Perú, a pesar de la peste de la COVID y del mal y pésimo manejo que está haciendo este gobierno, la estructura económica básica del país se sostiene. Estamos viendo cómo el año pasado se ha quebrado un récord en las exportaciones del Perú, con todo lo que estamos pasando, porque la estructura se ha formado y porque los peruanos han aprendido a independizarse en el trabajo y en la producción. Por eso, el Perú no puede aceptar el comunismo nunca, porque el comunismo es pérdida de libertad, y aquí la libertad del peruano ha hecho que el peruano se oriente a producir. La pequeña empresa, todo lo que se llama la economía informal, es el sostén del Perú. Ese récord de agricultura que le digo se hace porque parte es agricultura mayor y parte es pequeñísima agricultura. ¿Qué exportan? Productos que, a Dios gracias, el Perú tiene en tanta ventaja. No hay que destruir eso que se ha formado. Por eso este pueblo no va a aceptar el comunismo nunca.

  • ¿Y si el comunismo llegara al poder en Perú algún día?

Dios no lo quiera, pero hay que hacer todo para que no llegue. Fíjese, los periodistas deberían hacer una encuesta que no la han hecho, a propósito de todo lo que está pasando en el Perú. La pregunta es muy simple: preguntarle al pueblo peruano: ¿usted quiere que el Perú sea un país comunista como Cuba o Venezuela?

  • Se lo han hecho a algunos políticos y ellos dicen que en Cuba y en Venezuela se tiene un mejor sistema de salud.

¿Por qué no se van a vivir allá? Donde se pierde la libertad, se acabó todo. En esos países se vive sin libertad. Es como un animalito al que le das de comer, pero está encerrado y no puede moverse. ¿Comes feliz? No. No tiene libertad. La libertad es parte del ser humano y, donde cortas la libertad, cortaste todo. Los arquetipos del estudio político y filosófico dicen: libertad hasta donde sea posible, justicia hasta donde sea necesaria. Eso es discusión básica.

  • ¿Qué le aconsejaría a Pedro Castillo ahora mismo?

Que dé un paso al costado. Y esto va relacionado con el Congreso también.

  • ¿Que también den un paso al costado?

Buscar una solución lo más próxima a la Constitución para un gobierno que convoque a nuevas elecciones en un plazo determinado y con una reforma total del sistema electoral. No se debe dar ninguna próxima elección si no se reforma todo el sistema electoral.

  • ¿Una reforma en la ONPE?

Una reforma del sistema.

  • ¿A qué político peruano admira o admiró?

Para no personalizar en qué político, yo diría lo siguiente: da mucha pena que en el Perú —y es parte de lo que estamos pasando— la estructura democrática se haya debilitado tanto, por razón de que los partidos políticos no son los de antes. Son partidos casi improvisados. Improvisados para ganar el poder, ganar las elecciones. No tenemos un APRA: Haya de la Torre. No tenemos una Acción Popular: Belaúnde. No tenemos un PPC: Bedoya Reyes. Nos hacen falta.

  • ¿Qué piensa de los políticos actuales como Rafael López Aliaga, Hernando de Soto…?

Son personas muy respetables. Yo no tengo absolutamente nada contra ellos. Pero vuelvo a repetir que ha habido prototipos que, ojalá estuviéramos iguales; no estaríamos en la situación que estamos viviendo ahora.

  • ¿Algún político en el mundo que usted admire, actual o pasado?

Sin decir que su política es buena ni mala, para mí, el mejor político internacionalmente es Putin. Maneja bien las cosas. No quiere decir que esté aprobando lo que está haciendo en Ucrania. Es parte de su juego, pero es político.

  • ¿Qué piensa sobre lo que está pasando entre Ucrania y Rusia?

Es una guerra iniciada. El asunto está en que eso pare ahí nomás. (Putin) Él está aprovechando grupos colegiados que son separatistas. Todo eso son herencias, consecuencias que quedan de la desaparición de la URSS, y mucha gente quiere volver a repetir la URSS. Se unen ahora al más fuerte, que es Rusia, la Federación de Rusia.

  • Su abuelo Remigio Morales Bermúdez fue, al igual que usted, presidente. ¿Qué es lo que ha aprendido de sus ancestros?

De mi abuelo he aprendido mucho: la austeridad, la honestidad. Mi abuelo era un hombre conocidísimo como honesto, la honestidad básica. Yo he sido presidente del Perú, he sido ministro de Economía, he sido comandante del Ejército, etc., y vivo estrictamente de mi pensión. No tengo una propiedad, porque esta propiedad no es mía, es de mi esposa; yo le gorreo. Nunca compré una propiedad. Nunca la tuve. No me alcanzó viviendo de mi sueldo. ¿De dónde voy a sacar la casa si no me da el sueldo?

  • ¿Cómo está usted actualmente de salud?

Yo me siento bien, pero naturalmente yo no puedo caminar; ando en andador en casa y, cuando salgo, es en silla de ruedas. No puedo dar más. Tengo la columna destrozada por completo, y después tengo una bronquitis crónica que tengo que atenderme permanentemente. Esos son los dos males fundamentales que tengo.

  • ¿Cómo vivió la época del confinamiento por COVID? ¿Le afectó en algo?

La salud, no. Yo leo mucho y, a pesar de que haya obsequiado muchos libros a la biblioteca de San Isidro —4,000 libros y otros más por ahí—, me he quedado con una pequeña biblioteca. Siempre leo mis libros; me gusta leer mucho. Ahí me entretengo.

  • ¿De qué se enorgullece más?

De mi honestidad. Mi honradez, que Dios me ha ayudado en eso.

  • Lamentablemente, mataron a su padre.

Asesinado en Trujillo, en la época en que hubo esa especie de guerra civil.

  • ¿Cree que fue el APRA realmente? ¿Cuál es su apreciación?

Algunos dicen. Yo creo que fue víctima de la complejidad. Yo no hago una acusación directa. Los problemas eran tan difíciles en ese momento, que realmente no se puede decir qué pasó ahí. De repente hubo un malentendido. Según me cuentan, porque yo era muchacho —tenía 17 años en ese momento, recién estaba ingresando a la Escuela Militar—, me cuentan que, cuando entran los tres enmascarados, no entran a matarlo, porque quien va a matar, mata. Creo que le dijeron: “comandante, déselo preso”, y cuando le dicen eso, dice que él tomó a uno de los tres que entraban —mi padre era muy fuerte—, lo tomó del cuello y lo aventó contra una pared. En el momento en que mi padre hace eso, los otros dos le disparan. De manera que no fueron a matarlo, sino a tomarlo preso, que es distinto. Con eso le digo que fue una serie de confusiones políticas que ha habido en esa época, que yo no me atrevo a dar autoría a la muerte de mi padre.

  • ¿Qué aprendió de él que nunca va a olvidar?

El amor al Ejército.

  • ¿Solo eso?

También honestidad.

  • ¿Cómo le gustaría ser recordado?

Eso lo he dicho muchas veces. No quiero cambiar lo que dije: como un militar con corazón de civil.

Manuel Alejandro Navarro

Periodista y escritor peruano, especializado en geopolítica y entrevistas.
Fundador y CEO del periódico digital Newsyman, defensor en Salud Mental.

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