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La madrugada del viernes 13 de junio, Israel lanzó una operación denominada “León Naciente” contra objetivos en Irán, con el fin de destruir sus capacidades nucleares y armamentísticas. Además, asesinó a más de una decena de iraníes clave, entre ellos altos mandos militares y científicos.
En respuesta, Irán disparó oleadas de drones, misiles balísticos e hipersónicos sobre gran parte del territorio israelí; varios de ellos lograron burlar el sofisticado sistema antiaéreo del país y causaron considerables daños en Tel Aviv y Haifa. A esta contraofensiva, la República Islámica la bautizó como “Operación Promesa Verdadera III”.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha instado a los iraníes a rebelarse contra el régimen de los ayatolás, argumentando que «nunca ha estado tan débil». Sin embargo, como consecuencia de los ataques, se ha reportado que miles de residentes de Teherán están huyendo temporalmente hacia zonas rurales en busca de refugio.
“Ustedes no son nuestros enemigos: tenemos un enemigo común, y es el régimen que les ha estado oprimiendo durante casi 50 años”, declaró Netanyahu en un mensaje en video dirigido al pueblo iraní.
Desde hace tres décadas Netanyahu lleva enfatizando la amenaza que significaría que Irán desarrollara armas nucleares. Irán niega el enriquecimiento de uranio para fines militares, algo que nadie le cree.