Después de una batalla legal de cuatro años, finalmente y felizmente ha caído el ‘Muro de la Vergüenza’ en Lima. Esta estructura de casi 5 kilómetros, que durante décadas dividió a un vecindario acaudalado de una zona marginal, se había convertido en un símbolo más de la desigualdad que vive la capital peruana.
La construcción de este muro comenzó en 1980, cuando los ciudadanos de la residencial La Molina temían ataques y ocupaciones de tierras por parte del grupo terrorista Sendero Luminoso. Con el tiempo, la barrera se extendió, creando una división entre los habitantes de La Molina y el distrito vecino de Villa María del Triunfo.
A finales de 2022, el Tribunal Constitucional dictaminó que este muro era una violación de la libertad de tránsito y ordenó su demolición. Además de las cuestiones legales, este muro también fue objeto de críticas por representar una brecha simbólica entre las clases más pudientes y las más desafortunadas de la zona de Lima.
El proceso de derribo del muro no ha estado exento de controversias. El actual alcalde de La Molina, Diego Uceda, ha alegado que el presupuesto para las obras no se incluyó en la distribución de fondos de ese año, lo que ha ralentizado el proceso. Además, algunos residentes han colocado macetas de cemento para reemplazar las secciones que ya han sido demolidas.
La Municipalidad de La Molina finalmente ejecutó la demolición del muro que dividía las jurisdicciones de La Molina y Villa María del Triunfo. El procurador de La Molina, Jesús Calderón, enfatizó que no se trata de una cuestión divisoria con sus vecinos de Villa María del Triunfo y anunció planes para arborizar la zona en colaboración con la Universidad Agraria La Molina (UNALM). El magistrado del Tribunal Constitucional, Gustavo Gutiérrez Ticse, quien ordenó la demolición, declaró que este muro era un atentado a la libertad de tránsito y un símbolo discriminatorio en una democracia contemporánea.