Crónica entre dos muertes papales. Mi sombra en el Vaticano

Mi historia detrás de la muerte de Francisco y Benedicto XVI.
Por 23 de abril de 2025
Foto: Vatican Media
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El pasado 10 de febrero envié una solicitud a la Sala Stampa del Vaticano para entrevistar al papa Francisco; tres días después me respondieron negándomela, argumentando que la Santa Sede recibe numerosas solicitudes y no podían encontrar “criterios satisfactorios para una selección”. Una respuesta algo extraña, pero a la vez entendible.

En aquel momento no sabía que al día siguiente Bergoglio sería internado en el hospital Gemelli en Roma debido a una infección polimicrobiana en las vías respiratorias, de la cual permanecería más de un mes. Con el paso de las semanas, entendí que el papa no estaría apto para dar entrevistas; incluso si fuera dado de alta, tendría que pasar un tiempo considerable de recuperación.

Decidí irme de viaje y encontré un vuelo barato que hacía escala en Roma. Tomé ventaja de ello y me quedé al menos un día entero en la Città Eterna para ver alguna novedad respecto al año del jubileo y a la entonces venidera Semana Santa. Dejé Roma sin saber que una semana después el papa moriría. No diré repentinamente porque Francisco siempre ha estado con problemas de salud, desde su juventud, especialmente ligados a los pulmones.

Este hecho me recuerda a lo que sucedió en 2022 cuando viajé por primera vez a Roma. En aquel entonces no fui tan enfocado en obtener una entrevista con el papa Francisco, pero sí con otra persona que llamaba fuertemente mi atención, el emérito Benedicto XVI. Sabía que Ratzinger se había retirado de la vida pública tras su renuncia y residía en el Monasterio Mater Ecclesiae, dentro de la Ciudad del Vaticano.

Quería entrevistarlo o al menos obtener unas palabras en un posible encuentro en el que pudiera aportar algún llamado a la humanidad dada toda la situación mundial como la invasión rusa en Ucrania. No quería desaprovechar que estaba en la capital italiana para obtener algo como periodista. Lo intenté, pero desafortunadamente no sabía que dos semanas después el no tan querido Benedicto XVI moriría el último día de ese año.

Curiosamente, ese mismo día asistí a la última misa del año dirigida por Francisco, en la que también se pronunciaría sobre la muerte de Ratzinger. Un papa despedía a otro, algo nunca antes visto. Era el fin de la era de los dos papas. Así fue como vi por primera y única vez al Papa Francisco, algo cerca, entrando en silla de ruedas, en total silencio, en medio de una basílica completamente llena, con muchos hispanos presentes. Los argentinos no se ocultaban, mostraban su camiseta oficial de fútbol; bastaba una palabra para saber de dónde eran. Recuerdo aquella vez en que, después del Te Deum, Bergoglio decidió recorrer la plaza San Pedro, sorprendiendo a fieles y turistas.

Esto me tiene pensando mucho. Quisiera creer que mis visitas a Roma junto a las solicitudes de entrevista son coincidencias aparentes con los decesos de ambos papas y no augurios sobre acontecimientos que afecten a la figura papal o la Santa Sede.

Sé que ahora mismo la nación más dolida no es ni el Vaticano, ni Italia, sino Argentina. País que vio nacer al primer papa latinoamericano. Dudo que se elija nuevamente a un latino prontamente. Tengo una intuición sobre el nuevo papa; pienso que en este nuevo cónclave el sumo pontífice será italiano o de alguna parte de Asia.

La diferencia entre Francisco y Benedicto XVI fue el carisma y la forma de llegar a la gente; no sé si eso es parte de todos los alemanes, pero tienen una tendencia a ser “más fríos”. Nosotros los latinos, en cambio, somos más abiertos y no escondemos mucho. Somos más sencillos y pragmáticos, eso demostró Bergoglio, como un auténtico latino.

Manuel Alejandro Navarro

Periodista y escritor peruano, especializado en geopolítica y entrevistas.
Fundador y CEO del periódico digital Newsyman, defensor en Salud Mental.

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